DEL ORO A LOS TLC
Con los acuerdos comerciales con otros países se espera que Colombia alcance reconocimiento como un gran país exportador. Esta es la historia de una actividad que comenzó desde la Nueva Granada.
La historia de Colombia ha sido parca en logros de comercio exterior. La Nueva Granada fue un importante productor de oro y obtuvo un crecimiento económico aceptable para los patrones de la época, pero no fue especialmente brillante.
Después de la Independencia, Colombia se ligó tardíamente con el mercado mundial y tuvo un comportamiento pobre, debido a que era una sociedad semifeudal, cruzada por frecuentes conflictos, cuya población estaba localizada lejos de las costas y la producción estaba, por lo tanto, marcada por altos costos de transporte. Siguió exportando oro, pero comenzó a sembrar tabaco, añil, quina y a exportar cueros cuya demanda era volátil y no le agregaron mucho a la riqueza durante el siglo XIX.
La suerte cambió cuando se encontró con el café que se cultivaba entonces solo en Norte de Santander, que constituyó un éxito rotundo por lo menos durante 70 años. El grano se convirtió en un producto estrella, altamente demandado y apreciado en Estados Unidos y Europa, que podía cubrir el costo del transporte interno. De Santander, el café pasó a ser sembrado en las haciendas de Cundinamarca y Tolima con base en arrendatarios carentes de libertad personal, constituyendo sistemas de baja productividad que difícilmente podían expandir su producción. El cultivo se fue moviendo desde 1890 hacia las tierras colonizadas por los antioqueños, para dar lugar a una revolución en el comercio exterior colombiano. Por esa vía, se transformó y modernizó la sociedad colombiana.
El efecto del café se comenzó a sentir después de la cruenta Guerra de los Mil Días y la prosperidad que trajo consigo indujo a las élites a democratizar la sociedad con las reformas de 1910, que garantizaron los derechos de la oposición liberal, reintrodujeron el voto universal masculino y acortaron el periodo presidencial de seis a cuatro años. En una atmósfera de paz, Colombia hizo su despegue económico medio siglo después de que los países del cono sur y Costa Rica se habían vinculado a la globalización.
Una mirada al comercio exterior colombiano del siglo XX permite apreciar que la excesiva dependencia del café, cuyos precios podían ser muy volátiles, hizo bastante vulnerable a la economía nacional. Sin embargo, hubo fases de brillante desempeño que incluso produjeron algo similar a la hoy llamada enfermedad holandesa: las divisas generadas revaluaban la tasa de cambio, dificultando el desarrollo de otras exportaciones, como el banano, que prácticamente se acaba y que solo fue relanzado después de la Segunda Guerra Mundial.
Las exportaciones por habitante parten de uno de los niveles más bajos del continente para aumentar por rachas en los años veinte, antes de la crisis de 1929-1939. Se vive un nuevo auge en los años setenta donde ya se complementaba el café con nuevas ventas externas de manufacturas y otros productos agrícolas. Luego vendría otro apogeo derivado de un cambio estructural profundo y asociado a hallazgos de petróleo en la década de los noventa. Este se complementó con el aumento de la minería de carbón, oro, ferroníquel y coltan.
Las exportaciones tomaron fuerza, especialmente por las mineras y los combustibles, favorecidas por precios muy elevados ante la demanda de la economía china por materias primas. En efecto, el valor de las exportaciones aumenta casi cinco veces entre 2000 y 2011 (de 12.000 millones de dólares a 56.000 millones). No obstante, en términos por habitante o comparando con los índices de otros países el salto no es espectacular.
También se presentó un crecimiento similar de importaciones baratas que fueron a renovar el acervo de capital de todas las empresas del país, actualizar el parque automotor y universalizar el consumo de electrodomésticos, computadores y celulares.
La evolución de largo plazo de la estructura de las exportaciones colombianas muestra una concentración grande en el café, del 80 por ciento, en las décadas cincuenta y sesenta. Es notoria la diversificación después de 1967 gracias a incentivos que dirigieron una mayor parte de las actividades productivas hacia el exterior. Esas medidas fueron la devaluación continúa, la devolución de impuestos, los subsidios y la libre importación de insumos destinados a actividades de exportación.
Después del auge minero que reinicia en los años noventa, la participación del café se reduce a solo el 4,3 por ciento en 2011. De hecho, hoy las remesas que giran los colombianos que viven en el exterior (4.000 millones de dólares) son tres veces más grandes que el valor del café exportado
Lo más notable del cambio reciente en la estructura de las exportaciones colombianas es la creciente importancia de la minería que en 2011 alcanzó a representar el 66 por ciento del total, mientras que la manufactura representó 17 por ciento. Lo amenazante del fenómeno consiste en lo que algunos economistas han llamado “la maldición de los recursos naturales”, cuando las rentas mineras socavan la rentabilidad del resto de exportaciones, y de la producción de bienes transables en general, al revaluar la tasa de cambio del país. Sin embargo, esto no es necesario si la economía está diversificada y el gobierno ahorra los recursos que percibe, en especial si invierte en tecnología y educación que eleven la productividad de los sectores afectados.
Como otros países de América Latina, Colombia escogió amurallarse detrás de unos niveles arancelarias altos y trabas adicionales a la importación desde 1945 con prohibiciones y cuotas. Ello redundó en una oferta interna de bienes y servicios de baja calidad, escaso cambio tecnológico y baja productividad. También se revaluó la tasa de cambio, pero más adelante produjo el efecto de escasez de divisas con que vivió el país desde el fin de la dictadura de Rojas Pinilla hasta los años setenta.
El país se fue abriendo al comercio global, sobre todo a partir de los años setenta, pero en 2011 el nivel no es superior al de hace un siglo, cuando exportaciones más importaciones rondaban el 35 por ciento del PIB. Comparado con Corea, y con otros países de la región, Colombia sigue con un coeficiente de exportaciones bajo: 18,3 por ciento del PIB, contra 52,4 por ciento de Corea, 22,2 por ciento del promedio de América Latina, 31 por ciento de México y 27 por ciento de Perú.
Los acuerdos
La autarquía del país comenzó a disolverse con la formación del Pacto Andino en 1971 que abrió las fronteras con Venezuela, Perú y Ecuador, sin arancel para gran cantidad de productos, abriendo espacios a los inversionistas colombianos y constituyendo un área de comercio que fue positiva en la balanza comercial. El acuerdo de libre comercio que integraba a México, Venezuela y Colombia (G3) de 1999, hizo conexión con la zona del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) entre Canadá, Estados Unidos y México. Venezuela, finalmente, abandonó el Pacto Andino y el G3.
La autarquía del país comenzó a disolverse con la formación del Pacto Andino en 1971 que abrió las fronteras con Venezuela, Perú y Ecuador, sin arancel para gran cantidad de productos, abriendo espacios a los inversionistas colombianos y constituyendo un área de comercio que fue positiva en la balanza comercial. El acuerdo de libre comercio que integraba a México, Venezuela y Colombia (G3) de 1999, hizo conexión con la zona del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) entre Canadá, Estados Unidos y México. Venezuela, finalmente, abandonó el Pacto Andino y el G3.
En 1996 Estados Unidos hizo concesiones a los países afectados por la guerra a las drogas. La Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de la Droga (Aptdea) eliminó los aranceles de cerca de 1.000 productos durante diez años, con lo cual Colombia logró consolidar sus exportaciones de flores y manufacturas a ese país.
La negociación de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, iniciada en 2003, para darle estabilidad a la presencia de Colombia en ese mercado, fue resistida por los sectores agrarios todavía muy protegidos. El TLC fue aprobado finalmente en noviembre de 2011, después de haber pasado un quinquenio en el congelador por problemas de derechos humanos y escasas garantías para organizar sindicatos en el país. Finalmente, entró en vigencia en mayo de 2012.
El TLC con Estados Unidos implica costos para algunos sectores productivos del país de cultivos transitorios (que tienen una producción que oscila entre tres y 12 meses), la avicultura y la ganadería lechera, y extiende el poder a las firmas productoras de fármacos sobre sus patentes, encareciéndolos. No obstante, también consolida de manera permanente los nichos conquistados por las exportaciones de textiles, confecciones, marroquinería y flores. Además, abre espacios para el azúcar, etanol, aceite de palma africana, piscicultura y amplía el universo de arancel cero para el país.
En los últimos años se ha destacado la búsqueda de acuerdos. Ya se aprobaron con Centroamérica, un área de expansión natural para los negocios del país, y con Chile. Se suscribió un TLC con Canadá en 2011 y otro con la Unión Europea que debe entrar en vigencia en 2013.
Todos estos tratados pueden atraer inversiones extranjeras y erigirnos como plataforma de exportación, algo que infortunadamente contraría la especialización minera. Se trata de todas maneras de integrarse más a fondo con las economías más grandes del mundo, abandonando el ensimismamiento comercial que dio lugar a un crecimiento insuficiente para alcanzar el pleno uso de los recursos productivos del país, en particular de su mano de obra.
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